martes, 29 de diciembre de 2015

En el quinto coño.


Desde que entré en esa extraña apertura dimensional, mi vida ha pasado de ser absurda a ser surrealista. Estoy tratando de adaptarme, pero me cuesta mucho conseguir pasar desapercibido, ya que las diferencias fisiológicas con los habitantes de aquí, me delatan por mucho que intente camuflarme.
Cuando llegué, me rodeó una multitud de humanoides bajitos y jorobados cantando algo parecido a una balada heavy. Más tarde supe que es la forma que tiene esta gente de gritar de pánico. A los pocos minutos, apareció un tipo cabezón montado en una especie de cabra verde que me llevó, de muy malas maneras hasta lo alto de una extraña estructura parecida a una pagoda. No entendía nada de lo que me decían, hasta que con el tiempo me di cuenta de que en realidad hablaban un perfecto castellano, y además, muy educado, incluso diría que un poco repipi y apijado, pero lo hablaban al revés. Uno no piensa que sea capaz de entender a alguien pronunciando las palabras al revés hasta que se ve en la obligación de vivir con ello, de modo que a los pocos días de tenerme retenido en ese lugar, conseguí hablar las primeras palabras en loñapse, (así llamaban a su idioma), y poco a poco me fui ganando sus simpatías. 
Por lo visto, lo de que la gente cayera de otra dimensión en su mundo, no era algo tan extraño, ya les venía pasando de vez en cuando, así que me asignaron a un asistonto social que se encargaría de mi caso. Fue muy amable, se llamaba OttO Nosnoj, y si tengo que describirlo, era un ser de un metro y treinta ceintimetros, (alto, para su especie), calvito, de piel suavemente púrpura, nariz prominente pero perfectamente normal, ojos pequeños cubiertos de unos peculiares anteojos mecánicos, y una sonrisa bobalicona enternecedora. Tenía, como todos los demás, una incipiente joroba, y caminaba semi agachado y dando saltitos de vez en cuando. Vestía elegantemente, o eso deduje, porqué no todo el mundo llevaba su tipo de ropa, y me dio unos cuantos consejos para adaptarme a su mundo. Lamentablemente, el primero de todos, pasaba por encontrar un puesto de trabajo... y en fin, aquí estoy, al final lo encontré. Es un trabajo estúpido, pero por lo visto, alguien tiene que hacerlo. Paso unas seis horas al día pisando las jorobas de la gente. Con el estrés de la vida diaria, a esta gente la joroba les crece, y aunque tener joroba es normal y aceptado, cuando ésta crece más de cierto punto, todo el mundo intenta mantenerla a raya. Por eso existen centros como este en el que encontré trabajo. Sinceramente, no es una maravilla, pero comparado con el que tenía en mi dimensión, me siento bastante realizado, y pagan mucho mejor. No sé cuánto sería al cambio, pero he logrado pagarme un apartamento para mi solo, algo que jamás logré en mi Tierra. 
En fin... No quiero rallaros más. Mañana os cuento cómo sigue la cosa. Un abrazo, si es que todavía tengo lectores. Os quiero.

Jau.

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